La derecha populista latinoamericana es un fenómeno que llamó la atención mundial en 2018 tras la llegada al poder del presidente Iván Duque Márquez en Colombia y, más aún, con la elección de Jair Bolsonaro en Brasil. En Europa, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, el partido alemán AFD, y el candidato francés Eric Zemmour, quien recientemente fue declarado culpable de discurso de odio racista en la televisión francesa, representan su equivalente ideológico. Sin embargo, las conexiones entre la derecha populista latinoamericana y europea nunca han sido programáticas o sistematizadas. El partido español Vox se propone cambiar esto. Siempre queriendo jugar su papel teleológico de “puente” entre Europa e “Iberoamérica”, los españoles quieren liderar la “cruzada” latinoamericana una vez más. Al establecer un organismo llamado Foro de Madrid, se propusieron ser el nuevo centro de actividad de la extrema derecha latinoamericana y definir su ideología como una “alianza internacional para hacer frente al avance del narcocomunismo en la Iberosfera”.
Como muchos populistas de derecha, Santiago Abascal, el líder ostentoso de Vox, comenzó su carrera política como candidato de centroderecha, sólo para romper con el "establecimiento" político. Sus temas básicos son la migración musulmana y el separatismo catalán. Al igual que Viktor Orban, es un escéptico de la UE y un “antifeminista” escandaloso que quiere la derogación de la Ley Integral de Violencia de Género y la Ley del Aborto Libre. Como era de esperar, también niega el cambio climático y se ha enfrentado a las políticas de aislamiento de covid-19 en nombre de la libertad. Como todos los nuevos partidos de derecha, la misión de Vox es asegurar poder político. Más concretamente, lucha por la misma circunscripción de votantes “desencantados” nacida en el levantamiento social de 2011. A diferencia de Podemos, Vox se centra en una guerra cultural (o “revolución ética”) contra el consenso liberal global y su “supuesta supremacía cultural”.
Uno de los comportamientos más escandalosos que ha desarrollado Vox es volver al léxico político de la dictadura de Francisco Franco. Su llamado a abolir la Ley de Memoria de España de 2006 y volver al término “Hispanidad” no sólo va decididamente en contra de lo políticamente correcto en España, sino que es verdaderamente neofranquista. Un tropo que rara vez se ha escuchado en España desde la década de 1980, Hispanidad fue utilizada por última vez por neofascistas como Blas Piñar. Quizá para que el término se difunda más facilmente, Vox acuñó el término Iberósfera, pero el significado es el mismo. ¿Qué es Hispanidad? En los años treinta, este neologismo significaba la demanda de renovar la influencia española en América Latina. Para Ramiro de Maeztu, la “defensa de la Hispanidad” refería a una vuelta a un estado premoderno de armonía destruido por la ilustración europea y sus “ideologías.” De hecho, Hispanidad no era un término exclusivamente español. Fue acuñado en la década de 1920 en Argentina, y pronto se convirtió en una consigna utilizada por todos los autodenominados “tradicionalistas” en el continente, incluido José Vasconcelos. En la década de 1950, Francisco Franco convirtió la Hispanidad en su principal tropo discursivo para vincularla con los conservadores latinoamericanos. Con sede en Madrid, el Instituto de Cultura Hispánica franquista tenía como objetivo unir al continente contra la democracia, la cultura occidental y, por supuesto, el comunismo. En una palabra, la Hispanidad significaba una “comunidad de naciones” en una cruzada contra el modernismo ateo.
“Vox lo llamó por su nombre: comunismo”
Aún así, la pregunta sigue siendo: ¿Qué ofrece Vox a la derecha latinoamericana? La respuesta se puede dividir en dos: En un nivel superficial, el partido aspira a representar a los países de Iberosfera y sus intereses en la UE, ante la aparente creciente influencia económica de China en el hemisferio occidental. Aún así, el servicio que Vox ofrece a sus contrapartes es principalmente simbólico. Un espacio de colaboración aparentemente neutral, el Foro de Madrid sirve como sello de aprobación de su retórica –que a veces es más extremo que lo que promueve Vox en España. Por ejemplo, en su Agenda España 2021, Vox pretende luchar contra “agendas globalistas que pretenden la destrucción de las clases medias, la liquidación de la soberanía de las naciones y el ataque a la familia, la vida y las raíces comunes de Occidente”. Entonces, ¿existe una amenaza comunista en España? ¿Vamos hacia una nueva guerra civil española? Vox tiene la astucia de no decir eso. Ahora bien, las cosas se vuelven menos hipotéticas cuando escribe sobre asuntos latinoamericanos. El 26 de octubre de 2020 inició un documento denominado Carta de Madrid. Un texto breve, comienza con un tono lacónico al subrayar que el “avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones.” Luego, el tono se vuelve mucho más amenazador. La América Latina “está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla…” dice. Ya que no vivimos en 1959, es necesaria una aclaración sobre la identidad de las insinuaciones de Vox. Los “regímenes totalitarios de inspiración comunista” son Cuba, Venezuela, y la Nicaragua de Daniel Ortega. El “narcotráfico” son las FARC. Los “terceros países” podría significar China, pero quién sabe. Un residuo de la década de 1990, el Foro de Sao Paulo incluye Cuba, Venezuela y Nicaragua como miembros. El Foro de Puebla, en cambio, excluye explícitamente a estos regímenes e incluye a líderes de prestigio internacional como José Mujica y José Luis Rodríguez Zapatero. Para Vox, son uno y lo mismo: conspiradores comunistas. Unos 8,000 hombres y mujeres firmaron la Carta. De la lista no se obtiene un sentido de unidad entre los diferentes firmantes. Algunos de ellos -Eduardo Bolsonaro y José Antonio Kast- eran esperados. En el caso del expresidente colombiano Andrés Pastrana, su fichaje levantó algunas cejas. Esta verdad da fe de la vaguedad del mensaje de Vox, más que del apoyo que ha reunido este texto.
Sorprendentemente, Vox ha permitido que sus colaboradores latinoamericanos promuevan y desarrollen su cruzada anti-ideológica. Tomemos, por ejemplo, a la periodista argentina María Zaldívar. Hablando sobre “la cruzada que inició Vox por la liberación de España y de la América hispana”, Zaldivar declaró que “la sustentabilidad, el ecologismo, la educación sexual de nuestras infancias cedida al estado, los movimientos LGTB, las tomas de tierras o las migraciones ilegales” son los movimientos detrás de los cuales opera el “narcocomunismo” del Grupo de Puebla. Así, el servicio de Vox a la derecha latinoamericana se parece al servicio que los Protocolos de los Sabios de Sión tuvieron para los antisemitas de todo el mundo. Para ser un verdadero antisemita no basta con creer que trabajan judíos en el Kremlin y en Washington, sino que son coordinados y destructivos para la fibra moral occidental. En el caso de Vox, el enemigo no es “el judío” sino su pariente: los “progresistas” globales. Para el periodista mexicano Raúl Tortolero estos incluyen “los supremacismos socialistas, el feminista, el LGBT, el afro o indigenista y el ecologista.” En su opinión, “el marxismo posmoderno”, es sinónimo de “sexo, con hombres y mujeres, de la edad que sean, es igual, y con drogas”. Por si te lo preguntabas, Vox y sus voceros latinoamericanos tampoco son neoliberales. Según Tortolero, dado que es “liberado de toda ideología” él no puede “suscribir una ideología neoliberal que atribuye poderes celestiales al mercado. En esta cosmovisión, la desigualdad económica y el calentamiento global inminente son amenazas secundarias frente a los “derechos fake” que las mujeres, la comunidad LGBTQ y las minorías culturales exigen para sí mismos. Así, Tortolero es meramente un soldado en una nueva “Batalla de Lepanto,” entre las fuerzas de la Hispanidad y los “antivalores del globalismo socialista”.
Son tiempos difíciles para la nueva derecha latinoamericana. El fracaso de José Antonio Kast en las elecciones generales chilenas, el pésimo índice de aprobación de Bolsonaro, y la ausencia de Trump por el momento, significa que una nueva fase de ajuste de cuentas podría estar reservada para Vox y sus aliados latinoamericanos en el Foro de Madrid. Podría decirse que la “guerra cultural” de Vox le ha llevado a logros políticos, pero ahora está impidiendo su crecimiento. Su compromiso de luchar contra el cambio climático no mediante la “reducción de emisiones” sino la “reforestación” de España son infantiles, pero también demuestran que Vox entiende que la negación del cambio climático es una herramienta política limitada. No está claro a dónde irá el Foro de Madrid a continuación. Después de todo, como la mayoría de estos “foros,” rara vez presenta logros políticos concretos. Y como indica el caso de José Antonio Kast, estar aliado con los provocadores madrileños tiene poco valor en las urnas. En cierto modo, el destino del Bolsonarismo en las elecciones de 2022 podría sellar el futuro de este proyecto derechista internacional.