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Columna - Análisis
18 Abril 2022 / Por Roberto Morris

No se saben su lugar: El clasismo y las élites mexicanas

Si ustedes, los que poseen las cosas que los demás deben tener, comprendieran esto, podrían ponerse a salvo. Si ustedes pudiesen separar las causas de resultados, si pudiesen entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrían sobrevivir. Pero no lo pueden saber. Porque ser propietario te deja congelado para siempre en el “yo” y te separa para siempre del “nosotros”.
John Steinbeck, The Grapes of Wrath

 

El 59% de los mexicanos viven en situación de pobreza o vulnerabilidad; en el campo este número asciende al 75%.[1] Aparte de las carencias materiales y de servicios que padecen estas personas, también carecen de autodeterminación. Ellas y ellos no tienen control sobre su vida.

Muestra de la pobreza que se enfrenta en México la presenta el libro No es normal[2] donde la politóloga Viridiana Ríos expone el trato a los jornaleros agrícolas por parte de empresas millonarias. Estas les pagan a los jornaleros 176 pesos por día, sin prestaciones. La falta de derechos llega a tal nivel que si llegaran a fallecer no son indemnizados y sus cuerpos quedan “varados y cubiertos con costales.”[3] Ríos apunta:

“La luz se apaga desde las 9 de la noche para que nadie se quede despierto y se prende desde las 3 de la mañana para que las mujeres comiencen a preparar la comida de sus familias. Lo único más difícil que ser jornalero es ser jornalera.”

En México esta explotación es normal; protegida y promovida por las élites pues sus fortunas son amplificadas por el abuso de los pobres. Dado este contexto no debería sorprendernos el creciente malestar entre las clases trabajadoras y el desarrollo de expresiones populares.

A pesar de este malestar social, las élites mexicanas se niegan a hacer una reflexión sobre el rol que han jugado en el actual estado del país; al contrario, se muestran enfadadas con las “quejas” de aquellos que buscan una vida digna. Se molestan por la exigencia de derechos y la visibilización de sus prácticas; los pobres andan muy desagradecidos, dicen, no se saben su lugar.

Las élites manifiestan este fastidio en un discurso de resentimiento y criminalización hacia los pobres y sus movimientos sociales, buscan imponer la idea que el populismo será el fin de democracia cuando en verdad, gracias a la relevancia del capital en el sistema electoral contemporáneo, la amenaza más grande a la democracia en nuestro país y el mundo es la concentración del capital.

Este texto reflexiona sobre la actitud y narrativa clasista y racista de las élites mexicanas; se analiza su psicología, la evolución de su discurso, la fobia hacia el presidente López Obrador y los movimientos sociales que se forman en la actualidad.

Para no caer en ambigüedades, al referirme a las élites hago referencia al 0.5% más rico de la población que aparte de poder económico tienen la capacidad de influir y a veces imponer legislación y políticas públicas para su beneficio.

El desprecio a lo popular

Desde el siglo pasado, la narrativa utilizada para “administrar” a los más desafortunados fue la retórica paternalista;[4] esta presenta a los pobres como agradables, pero poco competentes, fue la retórica con la cual el ogro filantrópico de Paz[5] gobernó a su capricho.

Recientemente el comediante Carlos Ballarta criticó la comedia de Roberto Gómez Bolaño –Chespirito– por utilizar y normalizar elementos paternalistas, clasistas y racistas en su caracterización de mexicanos pobres. Ballarta comenta:[6]

“Gómez Bolaños creó, sin querer queriendo, un avatar del pueblo raso que puede sobreponerse a toda calamidad siempre y cuando se mantenga leal a sus principios, a la virtud en la pobreza y la romantización de la penuria, una característica que ha definido a América Latina desde hace más de 500 años: el noble salvaje, quien por su fortaleza puede sobreponerse a una vida de complicaciones.”

Un giro discursivo entre las élites comenzó a darse desde los años 80 con el surgimiento mundial del neoliberalismo; hoy en día este nuevo discurso, la criminalización de la pobreza, es el preferido del poder económico.

La criminalización de la pobreza[7] establece que el pobre es pobre por su culpa.  Presenta a los pobres como un lastre para la sociedad que requieren ser gobernados por las élites. El panista Ricardo Anaya nos presenta un ejemplo de esto:

“Esto es un poco como el compadre que gana dos mil pesos a la semana y en lugar de pagar la luz, el agua, el gas, comprar la comida para la familia, se los bota en caguamas.”

Con estas declaraciones Anaya retrata a los pobres como irresponsables, borrachos y los responsabiliza de no hacer rendir un ingreso precario; también muestra ignorancia sobre precios y sobre lo que significa la pobreza.

De este discurso se desprende un esfuerzo de las élites de victimizarse alegando que están siento utilizados como chivos expiatorios por parte del populismo; sin embargo, son ellos en su discurso de criminalización de la pobreza, los que han responsabilizado a los pobres por las carencias y errores del modelo económico y social que impusieron.

Crisis de identidad

No es la riqueza lo que los hombres desean,
sino la consideración y la buena opinión que esperan de las riquezas.

Adam Smith

No podemos entender la violencia discursiva de las élites sin entender un concepto básico: los seres humanos buscamos proteger nuestra autoestima. La visibilización de los abusos cometidos por las élites ha impactado negativamente sobre su propia autoestima; pues personas que en algún momento eran socialmente estimadas, ahora son vistas como abusivas por sus clientes, empleados e incluso miembros de sus círculos sociales más íntimos.

Esta dualidad genera una crisis de identidad similar a la de Willy Loman, personaje emblemático de Arthur Miller en su obra  Death of a Salesman. Loman, a pesar de proyectar una imagen de hombre exitoso, respetado y apreciado, era lo contrario. Gracias a movimientos sociales como Occupy Wall Street, el 15 M de España, agrupaciones feministas y otras movilizaciones las élites mundiales y mexicanas ya no son vistas como ellas se ven; esta crisis de identidad colectiva se transforma en una crisis de fe.

Economistas como Thomas Piketty[8] han desmitificado el neoliberalismo que supuestamente iba a erradicar la pobreza a través de comprobar que en verdad solo ha profundizado la brecha social. La socióloga Laura Hansen en entrevista con The Atlantic [9] ilustra esta situación al señalar:

“Hemos perdido a nuestros dioses … perdimos  [la fe] en la política, porque sabemos demasiado sobre la vida de los políticos. Hemos perdido, ese sentido básico de confianza y seguridad, en todo."

Sentir que creencias fundamentales, aquellas que te dan un sentido de significado se comienzan a desmoronar genera ansiedad. Sentir que tu tribu comienza a perder poder e influencia genera miedo; estos sentimientos generan acrimonia y violencia.

AMLOfobia

Aquí no se pretende criticar o defender las decisiones políticas del presidente López Obrador; se busca entender las actitudes que las élites tienen hacia su persona, quienes han proyectado en él, desde hace más de 20 años sus miedos e inseguridades.

Franz Fanon, siquiatra y activista, explica la tendencia de grupos dominantes de demonizar aquellas personas o grupos que despiertan en ellos inseguridad. Estas personas u objetos fóbicos son depositarios en los cuales grupos dominantes concentran cantidades irracionales de temor y odio. Curiosamente, estos objetos subconscientemente generan atracción por sus cualidades.

La reacción de las élites hacia AMLO es la paranoia; la exageración del peligro potencial.  En México esto ha llegado a niveles de ansiedad colectiva en miembros de las élites e integrantes de las clases medias que se identifican con ellas. Sin embargo; aunado a esto también hay un sentido obsesión con él. ¿Por qué? Porque AMLO tiene lo que ellos tanto desean; el reconocimiento social. De hecho, según sus estándares de meritocracia y echaleganismo; AMLO tendría que ser un ejemplo por seguir y halagar: el hombre que vino desde abajo y triunfó por su trabajo y perseverancia.

Otra obsesión de las élites con el presidente se aprecia en los más de 20 años que han querido atribuirle un apodo “que pegue”. Esto es relevante porque imponer un apodo significa definir al objeto; someterlo y controlarlo. “AMLOCO”, “MALO” o referirse a él únicamente como “López” o “Lopitos” —en un esfuerzo clasista y despectivo— son algunas de las variantes del hasta ahora inútil emprendimiento. Hasta el momento el único apodo que ha perdurado es “peje”; pero este no lleva una connotación negativa o limitante.

El odio irracional que algunas élites vierten en López Obrador lo ha vacunado ante la opinión pública y ante una crítica seria y fundamentada. Cualquier error que el hoy presidente pudiera llegar a cometer palidece ante las premoniciones apocalípticas que escuchamos a diario de un grupo selecto de sus detractores.

La ALT Right mexicana

En apego a lo que ya parece una tendencia mundial, en México ya se está consolidando un movimiento de ultraderecha parecido al ALT RIGHT estadounidense. Estos movimientos reaccionan violentamente a lo diferente en términos de clase o raza y, aunque Obama y López Obrador son políticamente muy distintos, la reacción violenta entre los grupos conservadores de sus países es muy parecida. Las ultraderechas en Estados Unidos, México y otros países europeos comparten discursos similares; la exageración de las diferencias,[10] el peligro del populismo, la condena al progresismo y el ser anti derechos. En México este movimiento cuenta con figuras de la oposición como Lily Tellez, América Rangel, Julen Rementería, Gabriel Quadri (todos ellos legisladores por el PAN) y organizaciones civiles como FRENAA. Un hito en la formación de esta corriente política fue la adhesión de los Senadores del PAN a la Carta Madrid del partido ultraderechista español VOX, para detener el avance de un supuesto comunismo en la Iberosfera.

Un ejemplo del discurso social de este grupo es representado, de nuevo, por Ricardo Anaya quien buscó presentarse como un white saviour (salvador blanco), figura del colonialismo en la cual un hombre blanco busca revindicar y salvar a personas racializadas y pobres. Esta figura se hizo evidente cuando Anaya realizó una gira para conocer el país— pero más bien utilizó a las personas para ornamentar sus videos propagandísticos.

El movimiento que va tomando forma

El colonialismo y el neoliberalismo no se limitaron a la explotación comercial y de riquezas de los países, también han hecho posible la supresión de liderazgos racializados y auténticamente populares a través de la cooptación, exclusión y la violencia.

Hoy en día, aunque es innegable el rol que López Obrador ha tenido en visibilizar las diferencias sociales en México y provocar un arduo debate; surgen desde la izquierda liderazgos independientes[11] y críticos del actual gobierno. Estos comienzan a hacer eco en la sociedad en general, rebasando el círculo rojo y generando presión social. Ejemplo de esto fue la remoción del comediante Chumel Torres de su programa de HBO por hacer comentarios racistas en Twitter.

Gracias a estas nuevas voces y su arrastre entre las classes medias lo que antes eran ideas poderosas pero contenidas ahora vislumbran lo que puede llegar a ser un movimiento parteaguas para el México que conocemos.

Reflexiones finales

Resulta curioso que quienes se piensan un dechado de virtudes y civilidad sean capaces de ejercer y promover violencia sistemática sobre otros seres humanos.

Contrario a lo que quisieran imponernos los fundamentalistas del mercado; la pobreza no es causada por fuerzas mayores; es violencia interhumana racionalmente ejercida. Es la barbarie de Hobbes, “Homo homini lupus”. En su soberbia las élites no sólo quieren que los pobres se aguanten el sufrimiento, quieren que les den las gracias por imponérselo. Muestra de esta soberbia se vio en el spot de TV del gobierno de Enrique Peña Nieto “Ya chole con tus quejas.” En este spot el gobierno pedía que los trabajadores dejaran de quejarse; que no “se les olvidara su lugar”.

John Steinbeck, en su gran novela sobre el proletariado estadounidense —The grapes of wrath (Las uvas de la ira)[12] sugiere una conexión entre la dignidad y la ira. Mientras la gente mantenga un sentido de enojo en contra de la injusticia, nunca perderán su dignidad. En una escena al final de libro, mujeres aseguran que sus hombres se mantendrán fuertes siempre y cuando exista la posibilidad de que “el miedo pueda volverse ira”. “Ya chole con sus quejas” fue un intento de las élites de pedirle a los mexicanos renunciar a su dignidad.

Ante las quejas de las élites por el “mal comportamiento” del pueblo, finalizo con una cita de Kimberly Jones, manifestante del movimiento Black Lives Matter: “…tienen la suerte de que queremos justicia y no venganza".


[1] INEGI. (2021) Cuantificación de la clase media en México. Ciudad de México. Disponible en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/investigacion/cmedia/doc/cm_desarrollo.pdf

[2] [3]  Ríos, Viridiana. (2021). No es normal. Grijalbo. Ciudad de México.

[4] Feldman, Robert S. (2001) Social Psychology.  Prentice Hall. Upper Saddle, New Jersey.

[5] Paz, Octavio. (1979) El ogro filantrópico. Joaquín Moritz. México D.F.

[6] Ballarta, Carlos. (2021) ‘Chespirito’ fue un mal cómico y soslayó dictaduras. Es hora de hablar de ello. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/11/01/carlos-ballarta-chespirito-roberto-gomez-bolanos-dictadura-comedia/

[7] Morris, Roberto. (2019) La criminalización del otro: La pobreza y el discurso neocolonial en México. Economía y sociedad. Nexos. México. Disponible en: https://economia.nexos.com.mx/?p=2134

Morris, Roberto. (2020) “No soy racista, pero…”. La retórica racista, clasista y sexista como herramienta de control social. Economía y sociedad. Nexos. México. https://economia.nexos.com.mx/no-soy-racista-pero-la-retorica-racista-clasista-y-sexista-como-herramienta-discursiva-de-control-social/

[8] Piketty, Thomas. (2013) Capital in the twenty first century. Belknap Harvard. Cambridge, Massachusetts.

[9] Ron Fournier y Sophie Quinton. (2012) How Americans Lost Trust in Our Greatest Institutions. Disponible en: https://www.theatlantic.com/politics/archive/2012/04/how-americans-lost-trust-in-our-greatest-institutions/256163/

[10] Con esto nos referimos a la cobertura y crítica exagerada por temas como el traje beige de Obama y los zapatos no pulidos de López Obrador.

[11] No se podría hablar de una resistencia a la blanquitud y una lucha a favor de la justicia social sin académicos como Viri Ríos, Alice Krozer y Patricio Solís entre muchos otros. Desde el campo del activismo resulta imprescindible el arrojo de Tenoch Huerta, Yásnaya Elena, Carlos Ballarta, el colectivo Gatitos contra la desigualdad— liderado por el también académico Máximo Ernesto Jaramillo— y Racsimo MX bajo el mando de José Aguilar. En cuanto a medios de comunicación es encomendable el esfuerzo de Genaro Lozano, Pancho Parra y Estefanía Veloz.

[12] Steinbeck, John. (1939) The Grapes of Wrath. Penguin Books. Londres.

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